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Duro golpe a la agroindustria y a la ciencia por la reducción de organismos como el INTA y el INTI

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El Poder Ejecutivo ya tiene redactado y listo para publicar en las próximas horas el decreto por el cual elimina dependencias del área de agricultura (entre ellas, los institutos nacionales de agricultura familiar, campesina e indígena, y el de semillas), y vacía otros como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI); el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) o el Instituto Nacional de Vitivinicultura (VIT) para nombrar a algunos.

El desmantelamiento total o parcial de organismos vinculados a la producción y el desarrollo regional se da en el marco de la emergencia pública declarada con la Ley Bases y Punto de Partida. Dicha emergencia fue establecida por un año, que está próximo a cumplirse, y habilita ciertas modificaciones en la estructura del Estado que el Ejecutivo puede realizar en ese lapso. Para hacerlo más adelante, debería obtener un aval del Congreso.

Bajo el paraguas de dicha delegación de poderes al Ejecutivo, el Ministerio de Desregulación puso el ojo sobre organismos cuyas funciones, competencias y regulaciones estaban orientadas, hasta acá, a favorecer la integración económica para regiones, segmentos poblacionales o actividades específicas con algún grado de dificultades o vulnerabilidad. En otros casos, se trata de entidades destinadas a favorecer el acceso a insumos que, de otro modo, quedan monopolizados por grandes corporaciones.

Este último caso es el de las semillas, por ejemplo, insumo que cuenta con un instituto nacional de investigación específico, el INASE, que a través del decreto ya firmado y que está próximo a ver la luz, será eliminado; publicó el diario Página/12.

Igual suerte correrán, si el decreto avanza, el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, campesina e indígena (INAF), y la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (Ariccame), dependiente de la Secretaría de Industria.

Fines de exterminio

Todas las responsabilidades de promoción, investigación y desarrollo que vienen realizando hace años esos organismos quedarán desmanteladas en nombre del combate al “sobredimensionamiento de la estructura estatal” y el logro de “una gestión pública eficaz”, que es como lo califica el texto del decreto en los considerandos.

La “población objetivo” de empleados públicos del aludido decreto asciende a 88.095 agentes que el Ministerio de Desregulación, de Federico Sturzenegger, identificó como prestadores de servicios en 111 organismos (40 “desconcentrados” y 71 “descentralizados”) sobre los que desplegó su búsqueda con fines de exterminio, consignó el portal de Página/12.

El decreto, en los considerandos, hace referencia a distintos regímenes creados a lo largo de los últimos para sostener a pequeños agricultores, pero sólo para denostarlos y descalificar su actuación. En algunos casos cuestionando su falta de operatividad, en otros su carácter “intervencionista”, y en todos los casos para terminar recomendando su disolución. Nunca sugiriendo su corrección para alcanzar sus objetivos.

Degradación de funciones

Con respecto al instituto nacional de vitivinicultura, el decreto afirma que “el contexto actual del sector vitivinícola argentino demuestra una tendencia contractiva sostenida en el tiempo, que pone en cuestión la eficacia de las políticas públicas de fomento que pudiera haber desempeñado el mentado Instituto”.

Y a través de responsabilizar a las políticas públicas por las crisis actuales, considera justificada la decisión de reducir la capacidad de gestión del INV; transformándolo de organismo autárquico a una simple “unidad organizativa” dependiente de la Secretaría de Agricultura.

El mismo procedimiento le aplica el decreto al Instituto Nacional de Tecnología industrial (INTI), que pasa a ser una unidad organizativa de la Secretaría de Industria. Se fundamenta la medida en la afirmación de que, “con el transcurso del tiempo, el mencionado organismo evidenció un crecimiento de su dotación de personal sin correspondencia con el aumento de los servicios prestados; además de que muchas de las actividades que desarrolla no responden a las actuales y prioritarias necesidades y demandas del sector”.

También se dispone la transformación del instituto nacional de la propiedad industrial (INPI) en “organismo desconcentrado” dependiente de la Secretaría de Industria.

Un INTA versión light

Finalmente, con respecto al INTA, tras descalificar la labor de sus profesionales y técnicos, así como su trabajo en el territorio, se afirma en el decreto que, “atento a que las funciones sustantivas del organismo pueden ser plenamente desarrolladas en el ámbito de la Administración Pública centralizada, corresponde transformar al INTA en un organismo desconcentrado dependiente de la Secretaría de Agricultura”, perdiendo así su carácter de organismo autárquico.

De esta forma, el INTA perderá autonomía administrativa y financiera. Otras modificaciones que se introducen a la ley de su creación, reducirán significativamente sus facultades. Queda eliminada la capacidad de “crear servicios de extensión, campos demostrativos o explotaciones piloto”, pilares fundamentales de su trabajo en campo para asistir técnicamente a productores regionales, señaló el portal de Página/12. 

También se reformula el esquema de conducción, concentrando el poder en una sola persona: el presidente que será designado por el Ejecutivo -cuando actualmente la conducción se ejerce a través de un cuerpo colegiado de diez miembros-. En el directorio, además, se elimina la representación universitaria específica (Facultades de Agronomía y Veterinaria).

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Milei le entregó a Bessent el plan económico y la campaña

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El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, por motivos geopolíticos.

Por Guillermo Michel para La Política On Line

Desde hace semanas, los anuncios sobre la economía argentina no se escriben en Buenos Aires sino en Washington. Scott Bessent, funcionario designado por la administración Trump, actúa como vocero de la calma y administrador del peso argentino. Su intervención trasciende la asistencia financiera: marca un punto de inflexión en la gestión actual, donde el gobierno nacional decidió correrse no solo de la política sino también de la gestión económica, entregándose a un funcionario norteamericano.

Los mensajes de Bessent en redes sociales tienen más impacto que cualquier comunicado del Banco Central o del Ministerio de Economía. Su declaración de que el Tesoro estadounidense está “preparado para tomar medidas excepcionales para proporcionar estabilidad a los mercados” funciona como un apoyo incondicional al peso argentino. Era el respaldo más grande que podía recibir en una situación crítica como la que atravesaba.

Pero el apoyo estadounidense nunca es gratis. No solo busca estabilizar el mercado: también sostiene, de manera indirecta, la campaña del oficialismo y, naturalmente, cobrará lo que le interesa. La lista es larga y, con seguridad, llegará la factura.

La estabilidad de mercado, así como la campaña electoral, hoy están en cabeza de Scott Bessent y Donald Trump, convertidos en los dos pilares de una carrera electoral que el gobierno delegó en la Casa Blanca. Las declaraciones de apoyo “irrestricto” de la administración Trump y la intervención directa del Tesoro americano son, en los hechos, la única campaña del oficialismo. No hay nada más.

Bessent habla más -y mejor- de la economía argentina que el propio equipo económico. Sus apariciones superan a las del presidente, y en materia de campaña se ha convertido en el principal vocero de la gestión.

La intervención de Estados Unidos no es solo un estabilizador económico; también es un distractor narrativo. Domina los medios y desplaza otras acusaciones a un segundo plano, con la esperanza de que ese blindaje mediático también alcance a lo electoral.

El origen de esta nueva ronda de préstamos de urgencia está en la desesperación financiera de un programa económico exhausto. El colapso del régimen cambiario era inminente y el fracaso rotundo del programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) empujó al gobierno a canjear gestión económica y electoral por unas semanas de calma de mercado.

Los síntomas del fracaso comenzaron cuando el Fondo priorizó el desembolso político sobre el cumplimiento técnico del programa. Parece prehistoria, pero los acuerdos con el FMI son cada vez peores. En el caso de Milei, el programa se firmó en marzo y, en agosto, ya había sido oficialmente abandonado con un tuit del ministro Caputo.

A pesar de los incumplimientos cambiarios y monetarios -reconocidos por el propio Fondo, que admitió una desviación de USD 3.600 millones en la meta de acumulación de reservas netas-, el organismo desembolsó USD 14.000 millones (12.000 millones en abril y otros 2.000 millones en agosto), equivalentes al 70% del programa total. Como corolario, el FMI flexibilizó sus condiciones de manera humillante: suspendió las revisiones de 2025, pospuso la acumulación de reservas hasta 2026 y difirió las metas originales hasta 2027.

La tensión cambiaria que vivimos desde hace más de un mes tiene entonces su raíz en ese mal diseño, no en la incertidumbre electoral. La narrativa oficial que culpa a la política es insostenible cuando el Banco Central mantiene reservas netas al mismo nivel que al inicio de la gestión, los dólares líquidos son prestados y la autoridad monetaria no logra conciliar baja de inflación con acumulación de reservas.

La caída de reservas -incluso después del préstamo de abril- precedió a las elecciones bonaerenses, y difícilmente se revierta tras el 26 de octubre. Si no hubieran aparecido los tuits de Bessent, hoy estaríamos viendo cómo el gobierno intenta contener una corrida cambiaria.

El salvataje de Estados Unidos fue la respuesta de última hora al colapso de un programa moribundo. Los USD 20.000 millones del acuerdo de abril fueron un fracaso anunciado. Hoy solo vemos sus consecuencias y esperamos los detalles del nuevo entendimiento que, por tercera vez en un año, promete “un puente” hacia un destino incierto.

El gobierno argentino ya demostró su falta de compromiso cuando, poco después del anuncio, el presidente modificó el programa y el ministro de Economía lo dio por muerto públicamente. Veremos si con el Tesoro americano la suerte es distinta, tras esta rendición incondicional que parece haber hecho nuestro primer mandatario.

El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, motivada tanto por intereses geopolíticos como por la conveniencia de apuntalar a un gobierno afín en un momento electoral sensible. No es difícil imaginar que Washington no habría hecho lo mismo por Brasil con Lula en el poder.

El uso del Exchange Stabilization Fund (ESF) en Argentina sienta un precedente peligroso para la diplomacia del dólar: convierte una herramienta técnica de estabilización en un instrumento de política exterior.

Aquí estamos: esperando ayuda, con una campaña dirigida desde Washington y un gobierno que ruega que los anuncios alcancen para que las bandas cambiarias sobrevivan unas semanas más. La pregunta abierta es cuánto tiempo más puede sostenerse un esquema que, en apenas cuatro meses, transitó una depreciación del 30%, ventas de reservas, intervención en el dólar futuro y la restitución del cepo para la compra de dólares por parte de personas físicas. Nada de eso alcanzó y ahora necesitamos al fabricante de dólares como garante para llegar a las elecciones. 

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