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El fiscal general aceptó que Cristina Kirchner cumpla arresto domiciliario, pero pidió un cambio de lugar

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Mario Villar se diferenció de los pedidos de Luciani y Mola y propuso un traslado de San José 1111; la defensa pidió anular el régimen de visitas y que le saquen la tobillera.

El fiscal general de la Cámara Federal de Casación Mario Villar desistió hoy del pedido para que Cristina Kirchner cumpla en una cárcel la condena de seis años de prisión por el caso Vialidad y en cambio solicitó que se disponga otro lugar detención y no su departamento de San José 1111, en Constitución.

De esta manera, Villar se diferenció de sus colegas Diego Luciani y Sergio Mola, quienes habían pedido la semana pasada al Tribunal Oral Federal N°2 que Cristina Kirchner fuera trasladada a una cárcel del Servicio Penitenciario.

En tanto la defensa de Cristina Kirchner a cargo de Alberto Beraldi, rechazó dejar el departamento y reclamó que se anule el actual régimen de visitas, que la obliga a la expresidenta pedir permiso en cada caso. Además, el letrado solicitó que le saquen la tobillera electrónica con el argumento de que no se va a fugar.

Estos pedidos fueron realizados en una audiencia oral y pública efectuada en los tribunales este mediodía por las partes ante los jueces de la Cámara de Casación, Mariano BorinskyGustavo Hornos y Diego Barroetaveña.

Resolverán esta semana si le dan la razón al fiscal o a la defensa, aunque los plazos vencen en los primeros días de la semana próxima.

Villar dijo que la situación actual -no la de hace 15 días- demostró que Cristina Kirchner cumplió las reglas del conducta del tribunal y por eso desistió de la petición de enviarla a una prisión federal.

En cambio, argumentó que debería cambiarse el domicilio donde cumple su detención. Argumentó dos motivos: porque se altera la tranquilidad del barrio, con los manifestantes, falta de higiene y llamados constantes al 911 y porque está en “riesgo la seguridad de la condenada”.

Se refirió a sus salidas al balcón, que no están prohibidas , pero que la exponen al riesgo de un atentado, pues queda expuesta en un segundo piso, máxime con el antecedente de que sufrió un intento de magnicidio, cuando estaba rodeada de sus militantes.

Dijo que la custodia de la expresidenta ya fue ineficaz una vez para frustrar el atentado en su contra y prevenirlo, y por estas razones entendió razonable el cambio de domicilio. Al cambio de domicilio lo debe ofrecer Cristina Kirchner y los jueces no pueden sugerir esta solución.

El abogado Beraldi, acompañado de Ary Llernovoy, mas allá de que Villar desistió del pedido de Luciani, no se privó de contestarle al fiscal del juicio. Habló de que expuso calumnias y afirmaciones falsas y dijo que hay circunstancias que van más allá de su edad para cumplir su condena en su casa.

Cristina Kirchner tiene 72 años y es, después de los 70, que se puede pedir este beneficio,

Además, dijo Beraldi, que pesa su condición de mujer, y recordó mirando al juez Hornos -allí presente- que el magistrado en una recomendación sobre el cumplimiento de las penas en prisión destacó que es se debe considerar la condición de mujer de las condenadas.

Explicó que la elección de San José 1111 no es arbitaria, sino el lugar donde vive Cristina Kirchner desde 2022. “Es el domicilio que le corresponde”, dijo.

Desacreditó el informe de la Procuración de la Ciudad que desaconsejó usar ese lugar por las molestias que provoca en el barrio y dijo que las manifestaciones ya desaparecieron y que ahora hay más seguridad que antes en la zona. Indicó que por más condenada que esté no se puede interrumpir su vida social y familiar, que la visita.

Asimismo argumentó contra el uso de la tobillera y contra la limitación a sus visitas. Los que no conforman su familia, abogados, médicos o custodios, que entran automáticamente a la casa, deben tener un permiso especial del tribunal y motivado en cada caso.

Dijo Beraldi que es una regla imposible de cumplir porque con qué criterio los jueces dirían que si o que no, ya que no hay ninguna ley que regule esta regla. Dijo que es inédita y que carece de base legal. Entendió que pone la decisión en manos de la discrecionalidad del tribunal.

En cuanto a la tobillera dijo que es innecesaria ya que Cristina Kirchner “no se va a escapar” ya que “es la persona más conocida o una de las más conocidas del país”.

“Pensar que Cristina se va a escapar es una burla”, expresó y dijo que tiene policías que la custodian 24 horas. Indicó que en todo caso el único propósito de la tobillera es su “implicancia simbólica para molestarla y humillarla”.

“Es un mecanismo innecesario y burdo”, abundó.

Villar, el fiscal, contestó a ambos argumentos: dijo que la limitación de las visitas es razonable, ya que es lo que ocurre con los presos que están en la cárcel, que deben tener permiso para ser visitados en cada caso. Y entendió que los condenados tienen una menor expectativa de privacidad que los que no lo están.

Y en cuanto a la tobillera, recordó que la ley de ejecución dice que se “exigirá” el uso de un dispositivo electrónico de control en caso de arresto domiciliarios. Es decir, dijo, que el tribunal no podía hacer otra cosa que colocarle ese dispositivo.

La ley de ejecución penal menciona que se puede prescindir de ese dispositivo en caso de que exista un informe multidisciplinario y otro informe del Servicio Penitenciario que permita que se lo quitan.

Ninguno de esos dos informes existen al momento. De hecho hoy Cristina Kirchner será visitada por asistentes sociales que analizarán si se adapta al uso de la tobillera y elevarán sus conclusiones al tribunal.

Recordó Villar el caso del expresidente de Francia Nicolás Sarkozy, quien estuvo en arresto domiciliario con tobillera en su país, condenado por corrupción, a pesar de que era conocido por todos.

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Milei le entregó a Bessent el plan económico y la campaña

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El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, por motivos geopolíticos.

Por Guillermo Michel para La Política On Line

Desde hace semanas, los anuncios sobre la economía argentina no se escriben en Buenos Aires sino en Washington. Scott Bessent, funcionario designado por la administración Trump, actúa como vocero de la calma y administrador del peso argentino. Su intervención trasciende la asistencia financiera: marca un punto de inflexión en la gestión actual, donde el gobierno nacional decidió correrse no solo de la política sino también de la gestión económica, entregándose a un funcionario norteamericano.

Los mensajes de Bessent en redes sociales tienen más impacto que cualquier comunicado del Banco Central o del Ministerio de Economía. Su declaración de que el Tesoro estadounidense está “preparado para tomar medidas excepcionales para proporcionar estabilidad a los mercados” funciona como un apoyo incondicional al peso argentino. Era el respaldo más grande que podía recibir en una situación crítica como la que atravesaba.

Pero el apoyo estadounidense nunca es gratis. No solo busca estabilizar el mercado: también sostiene, de manera indirecta, la campaña del oficialismo y, naturalmente, cobrará lo que le interesa. La lista es larga y, con seguridad, llegará la factura.

La estabilidad de mercado, así como la campaña electoral, hoy están en cabeza de Scott Bessent y Donald Trump, convertidos en los dos pilares de una carrera electoral que el gobierno delegó en la Casa Blanca. Las declaraciones de apoyo “irrestricto” de la administración Trump y la intervención directa del Tesoro americano son, en los hechos, la única campaña del oficialismo. No hay nada más.

Bessent habla más -y mejor- de la economía argentina que el propio equipo económico. Sus apariciones superan a las del presidente, y en materia de campaña se ha convertido en el principal vocero de la gestión.

La intervención de Estados Unidos no es solo un estabilizador económico; también es un distractor narrativo. Domina los medios y desplaza otras acusaciones a un segundo plano, con la esperanza de que ese blindaje mediático también alcance a lo electoral.

El origen de esta nueva ronda de préstamos de urgencia está en la desesperación financiera de un programa económico exhausto. El colapso del régimen cambiario era inminente y el fracaso rotundo del programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) empujó al gobierno a canjear gestión económica y electoral por unas semanas de calma de mercado.

Los síntomas del fracaso comenzaron cuando el Fondo priorizó el desembolso político sobre el cumplimiento técnico del programa. Parece prehistoria, pero los acuerdos con el FMI son cada vez peores. En el caso de Milei, el programa se firmó en marzo y, en agosto, ya había sido oficialmente abandonado con un tuit del ministro Caputo.

A pesar de los incumplimientos cambiarios y monetarios -reconocidos por el propio Fondo, que admitió una desviación de USD 3.600 millones en la meta de acumulación de reservas netas-, el organismo desembolsó USD 14.000 millones (12.000 millones en abril y otros 2.000 millones en agosto), equivalentes al 70% del programa total. Como corolario, el FMI flexibilizó sus condiciones de manera humillante: suspendió las revisiones de 2025, pospuso la acumulación de reservas hasta 2026 y difirió las metas originales hasta 2027.

La tensión cambiaria que vivimos desde hace más de un mes tiene entonces su raíz en ese mal diseño, no en la incertidumbre electoral. La narrativa oficial que culpa a la política es insostenible cuando el Banco Central mantiene reservas netas al mismo nivel que al inicio de la gestión, los dólares líquidos son prestados y la autoridad monetaria no logra conciliar baja de inflación con acumulación de reservas.

La caída de reservas -incluso después del préstamo de abril- precedió a las elecciones bonaerenses, y difícilmente se revierta tras el 26 de octubre. Si no hubieran aparecido los tuits de Bessent, hoy estaríamos viendo cómo el gobierno intenta contener una corrida cambiaria.

El salvataje de Estados Unidos fue la respuesta de última hora al colapso de un programa moribundo. Los USD 20.000 millones del acuerdo de abril fueron un fracaso anunciado. Hoy solo vemos sus consecuencias y esperamos los detalles del nuevo entendimiento que, por tercera vez en un año, promete “un puente” hacia un destino incierto.

El gobierno argentino ya demostró su falta de compromiso cuando, poco después del anuncio, el presidente modificó el programa y el ministro de Economía lo dio por muerto públicamente. Veremos si con el Tesoro americano la suerte es distinta, tras esta rendición incondicional que parece haber hecho nuestro primer mandatario.

El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, motivada tanto por intereses geopolíticos como por la conveniencia de apuntalar a un gobierno afín en un momento electoral sensible. No es difícil imaginar que Washington no habría hecho lo mismo por Brasil con Lula en el poder.

El uso del Exchange Stabilization Fund (ESF) en Argentina sienta un precedente peligroso para la diplomacia del dólar: convierte una herramienta técnica de estabilización en un instrumento de política exterior.

Aquí estamos: esperando ayuda, con una campaña dirigida desde Washington y un gobierno que ruega que los anuncios alcancen para que las bandas cambiarias sobrevivan unas semanas más. La pregunta abierta es cuánto tiempo más puede sostenerse un esquema que, en apenas cuatro meses, transitó una depreciación del 30%, ventas de reservas, intervención en el dólar futuro y la restitución del cepo para la compra de dólares por parte de personas físicas. Nada de eso alcanzó y ahora necesitamos al fabricante de dólares como garante para llegar a las elecciones. 

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