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La inflación de agosto fue del 4,2% y acumuló un 236,7% en los últimos 12 meses

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Superó al 4% registrado en julio. El ministro Luis Caputo había reconocido que el índice “todavía no cede al ritmo esperado”.

El INDEC publicó hoy el Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente a agosto, que registró un incremento mensual de 4,2%, en línea con las estimaciones de consultoras privadas y analistas del mercado, quienes proyectaban una inflación cercana al 4 por ciento. Con este dato, la inflación interanual se ubicó en 236,7%, consolidando así una tendencia de desaceleración. La inflación acumulada en los primeros ocho meses del año, a su vez, se ubicó en 94,8%. Y la inflación núcleo, la que excluye los precios regulados y estacionales, fue de 4,1% y aumentó por segundo mes consecutivo.

El resultado de agosto es apenas superior al de julio, cuando el IPC mostró un aumento del 4%. Sin embargo, pese a las expectativas iniciales de una desaceleración, los precios continúan mostrando resistencia a la baja, principalmente debido al comportamiento de ciertos sectores clave, como alimentos y bebidas. Según la consultora EcoGO, este rubro, que tiene un peso considerable en el índice general, registró una suba del 3,8%, similar a la de Orlando Ferreres & Asociados y C&T, que también estimaron aumentos cercanos al 4%.

“Para analizar la dinámica del proceso de desinflación y extraer tendencias más allá de la volatilidad de corto plazo, resulta útil analizar el comportamiento de las medias móviles de las variaciones del IPC. Este análisis es consistente con una continuidad en el proceso de desinflación, con la media móvil de 3 meses de la variación del IPC Nacional ubicándose, junto a la del mes anterior, en el menor nivel desde febrero de 2022, y la de 6 meses resultando la más baja desde marzo de 2023″, señalaron fuentes del ministerio de Economía.

Uno de los factores que influyeron en esta resistencia a una baja más rápida es la evolución de los precios regulados, que si bien han tenido ciertos ajustes menores en los últimos meses, siguen siendo un ancla inflacionaria. El presidente del Banco Central, Vladimir Werning, había señalado días atrás que se esperaba un registro cercano al 3,5% para septiembre, ayudado por la reducción del impuesto PAIS en 10 puntos porcentuales. Sin embargo, esta baja no ha sido suficiente para adelantar una desaceleración significativa.

En las últimas semanas, distintos relevamientos privados y proyecciones oficiales apuntaban a un escenario inflacionario en torno al 4%, una tendencia que se viene manteniendo de forma sostenida desde mayo. Desde el Ministerio de Economía, el ministro Luis Caputo reconoció que la inflación “todavía no cede al ritmo esperado”, aunque destacó que se trata del dato más bajo desde enero de 2022, cuando la variación mensual fue del 3,9%.

El funcionario también subrayó que la política monetaria de “emisión cero”, junto con la baja progresiva del impuesto PAIS, permitirá avanzar en la estabilización de los precios en los próximos meses. “Estamos trabajando para lograr una convergencia inflacionaria hacia la meta cambiaria, lo cual nos permitirá eliminar las restricciones cambiarias de manera definitiva”, sostuvo Caputo en una reciente entrevista radial.

El rubro de alimentos y bebidas creció un 3,6% en agosto y continúa siendo uno de los principales impulsores de la inflación. Distintas estimaciones privadas habían registrado subas significativas en productos de consumo masivo. Esto refleja no solo la presión interna por los costos de producción, sino también la incidencia de factores externos como el precio de las materias primas y las condiciones climáticas que afectan las cosechas.

El informe del INDEC también mostró incrementos en otros rubros importantes como vivienda y servicios, que registraron suba del 7%, impulsados por los aumentos en alquileres y servicios públicos.

“La división de mayor aumento en el mes fue Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (7,0%) por las subas en Alquiler de la vivienda y gastos conexos, Suministro de agua y Electricidad, gas y otros combustibles. Le siguieron Educación (6,6%) por el alza en los distintos niveles y tipos de enseñanza; y Transporte (5,1%) por los incrementos en el transporte público”, señaló el informe del Indec.

Expectativas

A pesar de que el Gobierno sigue apostando por una desaceleración de la inflación para lo que resta del año, las proyecciones más conservadoras, tanto del Banco Central como de economistas privados, indican que la inflación mensual podría mantenerse en torno al 3,5% a 4% en los próximos meses. Esto deja poco margen para un descenso abrupto de los precios, aunque las autoridades confían en que el IPC anual cerrará 2024 con una variación cercana al 130%, como se anticipa en el proyecto de Presupuesto que será enviado al Congreso.

Además, las autoridades económicas esperan que la eliminación del impuesto PAIS en diciembre de este año sea un factor clave para aliviar la presión inflacionaria en 2025. Según la proyección oficial, esta medida, junto con la política de emisión cero y un estricto control sobre el gasto público, debería permitir que el ritmo inflacionario converja a niveles más bajos en el mediano plazo.

Sin embargo, la resistencia de ciertos sectores, especialmente el de los alimentos, podría seguir siendo un obstáculo. Las consultoras privadas advierten que las expectativas inflacionarias están aún desancladas, lo que se traduce en ajustes preventivos de precios por parte de las empresas ante la incertidumbre cambiaria y fiscal.

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Milei le entregó a Bessent el plan económico y la campaña

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El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, por motivos geopolíticos.

Por Guillermo Michel para La Política On Line

Desde hace semanas, los anuncios sobre la economía argentina no se escriben en Buenos Aires sino en Washington. Scott Bessent, funcionario designado por la administración Trump, actúa como vocero de la calma y administrador del peso argentino. Su intervención trasciende la asistencia financiera: marca un punto de inflexión en la gestión actual, donde el gobierno nacional decidió correrse no solo de la política sino también de la gestión económica, entregándose a un funcionario norteamericano.

Los mensajes de Bessent en redes sociales tienen más impacto que cualquier comunicado del Banco Central o del Ministerio de Economía. Su declaración de que el Tesoro estadounidense está “preparado para tomar medidas excepcionales para proporcionar estabilidad a los mercados” funciona como un apoyo incondicional al peso argentino. Era el respaldo más grande que podía recibir en una situación crítica como la que atravesaba.

Pero el apoyo estadounidense nunca es gratis. No solo busca estabilizar el mercado: también sostiene, de manera indirecta, la campaña del oficialismo y, naturalmente, cobrará lo que le interesa. La lista es larga y, con seguridad, llegará la factura.

La estabilidad de mercado, así como la campaña electoral, hoy están en cabeza de Scott Bessent y Donald Trump, convertidos en los dos pilares de una carrera electoral que el gobierno delegó en la Casa Blanca. Las declaraciones de apoyo “irrestricto” de la administración Trump y la intervención directa del Tesoro americano son, en los hechos, la única campaña del oficialismo. No hay nada más.

Bessent habla más -y mejor- de la economía argentina que el propio equipo económico. Sus apariciones superan a las del presidente, y en materia de campaña se ha convertido en el principal vocero de la gestión.

La intervención de Estados Unidos no es solo un estabilizador económico; también es un distractor narrativo. Domina los medios y desplaza otras acusaciones a un segundo plano, con la esperanza de que ese blindaje mediático también alcance a lo electoral.

El origen de esta nueva ronda de préstamos de urgencia está en la desesperación financiera de un programa económico exhausto. El colapso del régimen cambiario era inminente y el fracaso rotundo del programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) empujó al gobierno a canjear gestión económica y electoral por unas semanas de calma de mercado.

Los síntomas del fracaso comenzaron cuando el Fondo priorizó el desembolso político sobre el cumplimiento técnico del programa. Parece prehistoria, pero los acuerdos con el FMI son cada vez peores. En el caso de Milei, el programa se firmó en marzo y, en agosto, ya había sido oficialmente abandonado con un tuit del ministro Caputo.

A pesar de los incumplimientos cambiarios y monetarios -reconocidos por el propio Fondo, que admitió una desviación de USD 3.600 millones en la meta de acumulación de reservas netas-, el organismo desembolsó USD 14.000 millones (12.000 millones en abril y otros 2.000 millones en agosto), equivalentes al 70% del programa total. Como corolario, el FMI flexibilizó sus condiciones de manera humillante: suspendió las revisiones de 2025, pospuso la acumulación de reservas hasta 2026 y difirió las metas originales hasta 2027.

La tensión cambiaria que vivimos desde hace más de un mes tiene entonces su raíz en ese mal diseño, no en la incertidumbre electoral. La narrativa oficial que culpa a la política es insostenible cuando el Banco Central mantiene reservas netas al mismo nivel que al inicio de la gestión, los dólares líquidos son prestados y la autoridad monetaria no logra conciliar baja de inflación con acumulación de reservas.

La caída de reservas -incluso después del préstamo de abril- precedió a las elecciones bonaerenses, y difícilmente se revierta tras el 26 de octubre. Si no hubieran aparecido los tuits de Bessent, hoy estaríamos viendo cómo el gobierno intenta contener una corrida cambiaria.

El salvataje de Estados Unidos fue la respuesta de última hora al colapso de un programa moribundo. Los USD 20.000 millones del acuerdo de abril fueron un fracaso anunciado. Hoy solo vemos sus consecuencias y esperamos los detalles del nuevo entendimiento que, por tercera vez en un año, promete “un puente” hacia un destino incierto.

El gobierno argentino ya demostró su falta de compromiso cuando, poco después del anuncio, el presidente modificó el programa y el ministro de Economía lo dio por muerto públicamente. Veremos si con el Tesoro americano la suerte es distinta, tras esta rendición incondicional que parece haber hecho nuestro primer mandatario.

El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, motivada tanto por intereses geopolíticos como por la conveniencia de apuntalar a un gobierno afín en un momento electoral sensible. No es difícil imaginar que Washington no habría hecho lo mismo por Brasil con Lula en el poder.

El uso del Exchange Stabilization Fund (ESF) en Argentina sienta un precedente peligroso para la diplomacia del dólar: convierte una herramienta técnica de estabilización en un instrumento de política exterior.

Aquí estamos: esperando ayuda, con una campaña dirigida desde Washington y un gobierno que ruega que los anuncios alcancen para que las bandas cambiarias sobrevivan unas semanas más. La pregunta abierta es cuánto tiempo más puede sostenerse un esquema que, en apenas cuatro meses, transitó una depreciación del 30%, ventas de reservas, intervención en el dólar futuro y la restitución del cepo para la compra de dólares por parte de personas físicas. Nada de eso alcanzó y ahora necesitamos al fabricante de dólares como garante para llegar a las elecciones. 

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