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Macri se tienta con un acuerdo de centro en la Provincia, pero Ritondo y Santilli ya decidieron avanzar con Milei

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El ex presidente se reunió con Monzó y otros dirigentes que le propusieron armar una opción de centro. Pero la mayoría del PRO bonaerense no acompañara ese giro.

El ex presidente Mauricio Macri se reunió con Emilio Monzó, Joaquín de la Torre y los Passaglia tanteando la posibilidad de armar un espacio de centro, evitar pegarse a Milei y ser una opción opositora si el gobierno fracasa.

Este domingo los Passaglia se despegaron de esa movida en duros términos y ratificaron su política de construcción de poder local sin anclaje nacional. Pero Monzó y De la Torre mantienen la idea que Macri que lidere una construcción por afuera del acuerdo con los libertarios y que de a poco vaya acercando a los desencantados del Milei.

Sin embargo, este tanteo del ex presidente es rechazado por Cristian Ritondo, Guillermo Montenegro y Diego Santilli, que son quienes llevan la negociación con la Casa Rosada en nombre del PRO dicen que no hay chance ni otra posibilidad que la de confluir con La Libertad Avanza. Creen que sin una alianza con Milei, en la provincia de Buenos Aires pueden perder por paliza y sacar un resultado peor que en Ciudad de Buenos Aires.

Por ello, Ritondo tomó las riendas de las negociaciones que le dejó Macri para armar una coalición con La Libertad Avanza y ya no se plantea una marcha atrás. “Ya pasamos las primeras dos etapas, armar el frente -que se llamará La Libertad Avanza- y asegurar la gobernabilidad de nuestros intendentes que armarán las listas de concejales en sus distritos”, afirmó a LPO una fuente al tanto de las negociaciones.

El nuevo giro de Macri más que una estrategia consistente parece ser parte de la actitud indolente con la que el ex presidente esta asumiendo esta etapa, luego que fracasaran sus vaticinios de un take over del gobierno de Milei. De hecho, no es un secreto que quienes lo frecuentan por momentos lo ven con más ganas de dedicarse a la FIFA que a la política argentina.

Mientras tanto, Ritondo y Santilli avanzaron este sábado en discusiones políticas serias con los intendentes del PRO sobre los detalles del acuerdo. Hasta hubo un cruce entre Santilli y el intendente de Junín, Pablo Petrecca, sobre la lista de legisladores de la cuarta cuya cabeza pretende poner el jefe comunal. Es decir, conversaciones muy avanzadas.

Ritondo de hecho consiguió el compromiso de los libertarios para no poner en riesgo la gobernabilidad de los 15 intendentes del PRO. O sea, que no le armen listas de concejales que lo compliquen.    

Ya estaría firmada la paz en casi todos los municipios quedando por saldar el conflicto en 9 de Julio donde la intendenta María José Gentile, arrastra problemas serios de gestión y una pelea grande con La Libertad Avanza. Este municipio responde a la jefatura política de Jorge Macri junto a Junín y Vicente López, que ya avanzaron en el acuerdo con LLA.

La etapa que viene, estiman en el PRO, es la más dura: la discusión por las ocho listas de legisladores provinciales donde el PRO quiere bastante más que el 25% que ofrecen los libertarios. 

Y al final vendrá la discusión de la boleta de diputados nacionales, donde el PRO se conformaría con meter cuatro candidatos a entrar, entre los 15 que aspira a meter la Casa Rosada.

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Milei le entregó a Bessent el plan económico y la campaña

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El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, por motivos geopolíticos.

Por Guillermo Michel para La Política On Line

Desde hace semanas, los anuncios sobre la economía argentina no se escriben en Buenos Aires sino en Washington. Scott Bessent, funcionario designado por la administración Trump, actúa como vocero de la calma y administrador del peso argentino. Su intervención trasciende la asistencia financiera: marca un punto de inflexión en la gestión actual, donde el gobierno nacional decidió correrse no solo de la política sino también de la gestión económica, entregándose a un funcionario norteamericano.

Los mensajes de Bessent en redes sociales tienen más impacto que cualquier comunicado del Banco Central o del Ministerio de Economía. Su declaración de que el Tesoro estadounidense está “preparado para tomar medidas excepcionales para proporcionar estabilidad a los mercados” funciona como un apoyo incondicional al peso argentino. Era el respaldo más grande que podía recibir en una situación crítica como la que atravesaba.

Pero el apoyo estadounidense nunca es gratis. No solo busca estabilizar el mercado: también sostiene, de manera indirecta, la campaña del oficialismo y, naturalmente, cobrará lo que le interesa. La lista es larga y, con seguridad, llegará la factura.

La estabilidad de mercado, así como la campaña electoral, hoy están en cabeza de Scott Bessent y Donald Trump, convertidos en los dos pilares de una carrera electoral que el gobierno delegó en la Casa Blanca. Las declaraciones de apoyo “irrestricto” de la administración Trump y la intervención directa del Tesoro americano son, en los hechos, la única campaña del oficialismo. No hay nada más.

Bessent habla más -y mejor- de la economía argentina que el propio equipo económico. Sus apariciones superan a las del presidente, y en materia de campaña se ha convertido en el principal vocero de la gestión.

La intervención de Estados Unidos no es solo un estabilizador económico; también es un distractor narrativo. Domina los medios y desplaza otras acusaciones a un segundo plano, con la esperanza de que ese blindaje mediático también alcance a lo electoral.

El origen de esta nueva ronda de préstamos de urgencia está en la desesperación financiera de un programa económico exhausto. El colapso del régimen cambiario era inminente y el fracaso rotundo del programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) empujó al gobierno a canjear gestión económica y electoral por unas semanas de calma de mercado.

Los síntomas del fracaso comenzaron cuando el Fondo priorizó el desembolso político sobre el cumplimiento técnico del programa. Parece prehistoria, pero los acuerdos con el FMI son cada vez peores. En el caso de Milei, el programa se firmó en marzo y, en agosto, ya había sido oficialmente abandonado con un tuit del ministro Caputo.

A pesar de los incumplimientos cambiarios y monetarios -reconocidos por el propio Fondo, que admitió una desviación de USD 3.600 millones en la meta de acumulación de reservas netas-, el organismo desembolsó USD 14.000 millones (12.000 millones en abril y otros 2.000 millones en agosto), equivalentes al 70% del programa total. Como corolario, el FMI flexibilizó sus condiciones de manera humillante: suspendió las revisiones de 2025, pospuso la acumulación de reservas hasta 2026 y difirió las metas originales hasta 2027.

La tensión cambiaria que vivimos desde hace más de un mes tiene entonces su raíz en ese mal diseño, no en la incertidumbre electoral. La narrativa oficial que culpa a la política es insostenible cuando el Banco Central mantiene reservas netas al mismo nivel que al inicio de la gestión, los dólares líquidos son prestados y la autoridad monetaria no logra conciliar baja de inflación con acumulación de reservas.

La caída de reservas -incluso después del préstamo de abril- precedió a las elecciones bonaerenses, y difícilmente se revierta tras el 26 de octubre. Si no hubieran aparecido los tuits de Bessent, hoy estaríamos viendo cómo el gobierno intenta contener una corrida cambiaria.

El salvataje de Estados Unidos fue la respuesta de última hora al colapso de un programa moribundo. Los USD 20.000 millones del acuerdo de abril fueron un fracaso anunciado. Hoy solo vemos sus consecuencias y esperamos los detalles del nuevo entendimiento que, por tercera vez en un año, promete “un puente” hacia un destino incierto.

El gobierno argentino ya demostró su falta de compromiso cuando, poco después del anuncio, el presidente modificó el programa y el ministro de Economía lo dio por muerto públicamente. Veremos si con el Tesoro americano la suerte es distinta, tras esta rendición incondicional que parece haber hecho nuestro primer mandatario.

El término “salvataje” es un eufemismo técnico. La intervención es, de facto, una asunción de riesgo financiero por parte de Estados Unidos, motivada tanto por intereses geopolíticos como por la conveniencia de apuntalar a un gobierno afín en un momento electoral sensible. No es difícil imaginar que Washington no habría hecho lo mismo por Brasil con Lula en el poder.

El uso del Exchange Stabilization Fund (ESF) en Argentina sienta un precedente peligroso para la diplomacia del dólar: convierte una herramienta técnica de estabilización en un instrumento de política exterior.

Aquí estamos: esperando ayuda, con una campaña dirigida desde Washington y un gobierno que ruega que los anuncios alcancen para que las bandas cambiarias sobrevivan unas semanas más. La pregunta abierta es cuánto tiempo más puede sostenerse un esquema que, en apenas cuatro meses, transitó una depreciación del 30%, ventas de reservas, intervención en el dólar futuro y la restitución del cepo para la compra de dólares por parte de personas físicas. Nada de eso alcanzó y ahora necesitamos al fabricante de dólares como garante para llegar a las elecciones. 

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